USA, ECONOMIA PLANIFICADA 1.0

Me he sorprendido esta mañana con dos noticias relevantes en el periódico:

*  El Presidente de los Estados Unidos (un cargo cuyas competencias, aparentemente, no se ven alteradas por la incompetencia de quien lo desempeña) apoyando un acuerdo entre Rusia y Arabia Saudí que elevará el precio del petroleo, para apoyar a la industria "local" americana.

* Los países de la OPEP+ tratando de regular la producción de las compañías americanas de petroleo (¿es USA una economía planificada?).

Uno no puede salir de su asombro. La poderosa Presidencia de los Estados Unidos, haciendo todo lo que está en su mano ... para hacer que el petroleo sea más caro!!. Tratando de aumentar los ingresos de Rusia, Iran, Irak, o Venezuela al transferirles parte del dinero que sus ciudadanos gastan en viajar en coche o en avión (o gastaban).

Dejemos, por un momento, a un lado el hecho de que los carteles son ilegales en Estados Unidos (si los ejecutivos de cualquier sector se pusieran de acuerdo para alterar los precios de sus productos se arriesgarían a ir a la cárcel). Centrémonos, dejando aparte estas "pequeñeces legales" (hay que recordar que POTUS está por encima de ese inoportuno inconveniente conocido como "legislación vigente"), en recordar que mantener sectores en competencia y a los políticos lejos de los negocios contribuye a la prosperidad de los países.

Es muy limitado lo que sabemos con certeza en economía pero este es un principio que poca gente sensata discute. Como poca gente discute las ventajas que para el bienestar del mundo tiene el comercio internacional.

Pero los políticos llevan el "intervenir" en los genes. Les cuesta entender que el "precio" de un bien en un mercado competitivo contiene una información extraordinariamente útil para que la sociedad dedique capital humano e inversión (ambos escasos) a las actividades en las que tiene más sentido emplearlos. Y que cuando los precios no son suficientes para que una actividad se mantenga, la respuesta sensata es reducir (o cerrar) esa actividad y dedicar esos recursos a otra en la que tenga sentido económico usarlos.

Como su actividad favorita es "conspirar" están convencidos de que el precio es una "conspiración" ("cree el ladrón ..." en refrán castellano que seguramente fue inventado con los políticos en mente); bien de los productores contra sus clientes (como en el caso de los alquileres) bien de un origen indeterminado, aunque generalmente "externo", contra sus productores (a sus votantes-consumidores no suelen atreverse a acusarles de conspirar).

Por supuesto los productores rápidamente señalan el empleo que crean sus actividades como la razón para mantener su actividad de forma artificialmente subvencionada (interviniendo en los mercados). La consecuencia de eso es un "impuesto" que pagan los consumidores de ese bien intervenido y que se traslada a los productores y una reducción en el crecimiento de la economía, al dedicar recursos donde no tiene sentido hacerlo. Recursos que no se adjudican siguiendo la señal de precios si no directamente por una "inteligencia central" manifiestamente más incapaz en esa tarea (y en esa "incapacidad" hace muy poca diferencia que esa "inteligencia central" la conformen "políticos populistas" o "sesudos economistas" tipo Gosplan).

Si eso es lo políticamente deseable (que a lo mejor), lo que se debe hacer es no ocultarlo. Es una solución mucho más transparente el dejar de intervenir los precios y usar la capacidad de recaudación del Estado para "cobrar" ese impuesto (al llenar tu depósito o comprar tu billete de avión) y enviárselo a los trabajadores del sector que no sean capaces de trabajar en otro más útil, directamente a sus casas.

Que lo que se hace sea "transparente" tiene ventajas. Por un lado, no creo que nadie defendiese enviar parte del impuesto recaudado a los inversores dueños de las empresas de sectores con mercados intervenidos. Algo que sí sucede, y queda convenientemente disimulado ("What is not seen"), cuando el impuesto es una intervención del precio. Otra ventaja es que un porcentaje de los trabajadores del sector, aquellos más capaces para aportar algo al resto de la economía, encontrarán otra ocupación. El "sumidero de capital humano infrautilizado" que son los sectores subvencionados se verá, así, reducido.

El sistema de intervención en precios (intervenir en volúmenes es solo otra forma de intervenir en precios) que defienden nuestros políticos mantiene la retribución al capital (era de lo que se trataba desde el principio, los empleados recordemos que eran solo una escusa argumental) y atrapa a los trabajadores en una actividad en la que no aportan nada útil a la sociedad, permitiéndoles vivir la farsa de pensar que sí, cuando, en realidad, viven de los impuestos que otros son obligados a pagar.

Luego nos preguntamos por qué no crece nuestra productividad y nos dedicamos a asignar causas esotéricas a ese declive. Parafraseando a Bill Clinton: "Es la intervención, estúpido".

Si nuestras sociedades ya no tienen "estómago" para tolerar las consecuencias negativas de la "destrucción creativa" (como aparentemente tampoco lo tienen para las del comercio exterior), y nos refugiamos en la intervención de nuestros políticos para evitar esas consecuencias (o incluso para mitigarlas) es muy probable que el precio a pagar sea una menor productividad y un menor crecimiento, es decir, un menor bienestar material para todos.

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