ES URGENTE TRABAJAR YA EN LA ECONOMIA POST COVID 19

Las noticias en España e Italia sobre el número de muertos por Covid19 son positivas. El numero de muertos diarios ha estado por debajo de la media móvil de 10 días desde el 3 de abril en España y desde el 1 de abril en Italia.

El número absoluto y real de muertes es muy relevante para determinar el drama humano que ha supuesto esta enfermedad, pero para que esta noticia sea positiva es irrelevante si los muertos se están contando bien o mal. Es suficiente con que se estén midiendo "consistentemente mal" porque es la "forma" de la curva la que nos indica en qué momento de la epidemia estamos.

El número de muertos es un indicador atrasado del número de infectados (seguramente en unas 2-4 semanas), por lo que el número de infectados tuvo, probablemente, su "pico" hace ya 3-4 semanas en ambos países. De ser así, la eficacia de las medidas de aislamiento en la prevención de nuevos contagios es muy alta, abundando en la necesidad de adoptar esas medidas en todas partes con la misma "contundencia" con la que han sido implementadas en España e Italia. Una "lección" que las autoridades americanas y mexicanas, por citar dos ejemplos, no parecen haber asimilado a pesar de que estaría en línea con las conclusiones de los estudios realizados sobre la epidemia de fiebre española de 1918 .

Al mismo tiempo que la enfermedad muestra los primeros síntomas de remisión otros problemas relevantes empiezan a resultar evidentes:

1.- El impacto económico de la epidemia es, potencialmente, muy severo. Resulta cada vez más dudoso que la recuperación sea en V y que las políticas fiscales y monetarias sean suficientes para conseguirlo. La recesión causada por el Covid19 no es sólo una crisis de demanda (no es, ni siquiera, "sobre todo" una crisis de demanda): nunca se tiene dinero suficiente para ir a una sala de cine que permanece cerrada.

John Cochrane tiene hoy en su blog una interesante discusión sobre la "forma" de la recuperación analizando el severo impacto de esta crisis sobre la "oferta":
  • I don't want to call it "recession" as that word implies simple lack of aggregate demand, the Keynesian uni-causal story. No amount of printed or borrowed money will get the social distance economy going again.
Es necesario, por tanto, empezar a pensar en formas de "optimizar" la capacidad de ofertar bienes y servicios en un mundo post-covid19. A diferencia de la reanimación de la demanda, que puede llevarse a cabo con medidas fiscales y monetarias "sin matices" por parte de los Gobiernos y los bancos centrales, las medidas de "optimización de oferta" son específicas de cada industria y son los responsables de cada una de esas industrias, y no los gobiernos, los mejor posicionados para definirlas.

2.- La dificultad práctica de implementar el levantamiento de las cuarentenas cada vez resulta más evidente. El riesgo de que la historia vuelva a empezar otra vez es alto y la necesidad de otra cuarentena resultaría simplemente devastadora. Como lo plantea Cochrane:
  • All it takes is one person to travel to a town, go to a restaurant or club meeting, wait two weeks, and you have an outbreak all over again. We will have hotspots and flare-ups needing intense testing, contact tracing, local lockdowns, travel restrictions, and so forth 
 El caso de Denver y St Louis en 1918 ilustra con claridad este riesgo.

En ausencia de "herd inmunity" (la cuarentena no ha ayudado a conseguirla) y de posibles mutaciones del virus a una cepa menos letal (la gripe de 1918 se volvió "inofensiva" a partir de Noviembre de ese año, pese a que el virus siguió presente 2 años más), la realidad es que no disponemos de una estrategia clara de salida. Un final "difuso" de la epidemia (con recaídas imprevisibles y constantes) no ayudará a esa salida en V que deseamos y sería desmolarizador y catastrófico para la población.

La vacuna no es una solución para esta fase (la esperanza es mala estrategia). Será, sin duda, útil, si llega, en el esfuerzo de erradicar el Covid19 y para tratar las posibles nuevas erupciones de la enfermedad en el futuro, pero no ahora. Los tiempos de desarrollo y administración de la vacuna supondrían, en el escenario más optimista, entre 2 y 3 años y las probabilidades de administrarla con éxito y "deprisa" en todo el planeta son muy reducidas. Necesitamos hacer la enfermedad compatible con una vida "razonablemente" normal y reducir el impacto sobre la economía en un periodo de tiempo más breve.

Puede que nunca encontremos una vacuna eficaz (no se ha conseguido en 30 años para el VIH). Si la encontramos el periodo mínimo de desarrollo sería de 18 meses como plantea Bill Gates y ese plazo supondría un logro no conseguido nunca antes en la historia de la humanidad. Y aún deberíamos enfrentarnos al problema de fabricarla en cantidades inimaginables (miles de millones de dosis) y a precios asequibles y, después, administrarla por todo el mundo a miles de millones de personas que viven bajo administraciones de capacidades muy variables y que, en muchos casos, se resistirían a una vacuna que no dejará de ser "experimental" dados los tiempos "al límite" empleados en su desarrollo. La expresión castiza "agarrarse a un clavo ardiendo" viene a la cabeza.

3.- Esta epidemia parece estar afectando significativamente a la "confianza entre países". El caso de la Unión Europea es paradigmático al poner de manifiesto la dificultad de una respuesta consensuada de países como Alemania y Holanda por un lado y España-Italia por otro. Las deficiencias de diseño de una unión monetaria sin unión fiscal-política quedan claras (una vez más). La "grandilocuencia de los discursos" resulta colorida en tiempos "de paz" pero cuando la cosa se pone "sería" sirve de muy poco. Esta epidemia, además, pone de manifiesto el coste para el poder político nacional de renunciar a la capacidad de imprimir su propia moneda. Más, si cabe, en estos tiempos de Modern Monetary Theory, donde se ha perdido el temor a que el pecado de emitir moneda se castigue con inflación después de la experiencia monetaria de la última crisis financiera.

La independencia del BCE debería servir para imponer las soluciones técnicamente más adecuadas y "aguantar el tirón" de tener que hacerlo sin apoyo político por parte de los estados miembros. Funcionó en 2012 con el "whatever it takes" de Mario Draghi (sin apoyo político de Alemania) y esperemos que vuelva a funcionar ahora.

Pero más allá de las especificidades del problema europeo, en el resto del mundo el Covid19 podría provocar una reducción del comercio internacional, un aumento de la desconfianza entre países y la apertura de una "ventana de Overton" para quienes siempre están dispuestos a defender la existencia (y a ampliar la lista) de "productos estratégicos" que los países no pueden renunciar a producir ellos mismos (y en los que, a partir de ahora, habrá que incluir, como mínimo, respiradores, máscaras, tests, vacunas ...).

Pero el tamaño de nuestras economías (y el bienestar asociado) está ligado a ese nivel de comercio internacional y, aunque, tal vez, la optimización de ese sistema ha aumentado su fragilidad, limitar esa fragilidad tendrá coste en términos de tamaño de la economía global. Mucho "nacionalista agazapado" y mucho "productor nacional" están dispuestos a aprovechar esta crisis para hacernos pagar a todos ese coste.

Esta desconfianza internacional y la reducción de los intercambios, no ayudarán con los dos problemas anteriores. Por un lado tendrán un impacto negativo sobre la oferta  de bienes y servicios, reduciendo el tamaño de la economía post-Covid19. Por otro lado, dificultarán la coordinación global necesaria para el "levantamiento" de la cuarentena (al menos si queremos conservar el mundo de "movimientos semilibres" de personas, bienes/servicios y capitales que teníamos antes). Los nacionalismos inflamados en los que tendemos a refugiarnos en estos casos no facilitarán el proceso: los "extranjeros" siempre fueron convenientes chivos expiatorios en las "pestes" de todas las épocas. 

4.- La importancia que se está dando a la capacidad de realizar tests en está fase de la enfermedad no tiene sentido: ¿qué utilidad tiene en una fase de cuarentena administrar tests sin un objetivo claro?. Incluso las mentes más preclaras parecen haber caido en esta trampa.

No resulta fácil ver como puede esta medida contribuir a la solución en la fase en la que se encuentran los países occidentales: si empiezo a mostrar síntomas debo asumir que tengo el Covid19 y si no muestro síntomas es irrelevante saber si lo tengo o no puesto que en cualquier caso estoy ya en cuarentena. Nada en mi vida debería cambiar un minuto después de hacerme el test (suponiendo resultados instantáneos), no importa qué salga.

Es muy probable, sin embargo, que para conseguir una mejora, a lo sumo, marginal, se esté malgastando un recurso escaso, que será de mucha mayor utilidad en una fase posterior, para (1) implantar las medidas de "optimización de la oferta" ayudando a regular quien puede o no puede utilizar según que servicios y (2) monitorizar el nivel de herd inmunity en la población a través de test aleatorios diseñados con criterios estadísticos.
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Con estos cuatro problemas en mente, cabe plantearse cual es la mejor estrategia de salida y las acciones que habría que tomar para (1) llevar el impacto en vidas humanas del Covid19 al de otras enfermedades con las que hemos aprendido a convivir y (2) aumentar las posibilidades de una salida en V de la crisis económica provocada.

El objetivo no debería ser "erradicar" el Covid19. Al menos no de momento. Convivimos con virus como los de la gripe, el HIV, el cólera ... con enfermedades como el cancer,  la diabetes, la obesidad ...  con comportamientos como la tenencia de armas o la conducción de coches, que causan todos los años un elevado número de muertos sin alterar, por ello, nuestra convivencia y nuestras economías. El plantearse la solución en términos menos "maximalistas" conduce, con la imaginación suficiente, a soluciones que hacen el problema manejable mientras se sigue trabajando en su erradicación: si lloras porque no hemos conseguido una vacuna para el HIV en 30 años, las lágrimas no te dejarán ver que en USA la tasa de mortalidad por esta enfermedad pasó del 16.3 por 100,000 habitantes en 1995 al 3.7 en 2007.

Respecto al plan de salida que minimice el daño económico, este debería tener tres pilares básicos:

a) Conocer en qué momento de la enfermedad estoy, que debe cubrir cuatro aspectos clave:

* Conocer la capacidad de generación de "enfermos graves" del virus en cada área.
* Determinar (y aumentar) la capacidad del sistema de salud para tratar esos enfermos con tasas de mortalidad "aceptables"
* Determinar cual es el nivel de herd inmunity alcanzado
* Modelizar de forma fiable las posibilidades de que se produzcan nuevos brotes y estimar el número de "enfermos graves" esperable en función de la inmunidad de la población y de las políticas de distanciamiento que se modelicen (primero) y se decreten (después).

b) Definir e implementar, para cada actividad económica, los "protocolos de consumo" que permitan maximizar la oferta de bienes y servicios de cada sector. En el límite, los cruceros podrían volver a recuperar su actividad mañana, si todos los clientes vistiesen traje de astronauta durante la travesía.

c) Reforzar los mecanismos de cooperación internacional tanto en el despliegue de los medios necesarios para combatir la enfermedad allí donde son necesarios, como en la coordinación de las metodologías de evaluación de la "situación epidémica" y de las políticas de "levantamiento de la cuarentena". El objetivo es que puedan reanudarse cuanto antes los viajes y el comercio internacional, evitando ahondar innecesariamente en el coste económico de la crisis y la reaparición de focos de contagio.

Parece poco probable que los políticos puedan liderar ese esfuerzo de coordinación preocupados como están en inflamar y aprovechar en beneficio propio la corriente nacionalista que estas crisis producen o en defenderse de las críticas de sus ciudadanos por los defectos (inevitables) en la gestión en tiempo real de este "lío monumental". Es, por tanto, sensato dejar que sean, sobre todo, instituciones "técnicas" multinacionales las que gestionen esta coordinación (es el momento para el WHO, Universidades Internacionales de prestigio, comisiones técnicas creadas "ad-hoc" etc...). Los políticos podrían, así, "esconderse" tras los técnicos y dedicarse a sus "batallas folclóricas de cara al público", mientras los técnicos encuentran las soluciones óptimas de forma internacionalmente coordinada.

El momento para definir las actuaciones en estos tres pilares es ahora. Aprovechando el periodo de solución "no brain" que supone la cuarentena. No parece que en este momento haya alternativa a esta solución, pero sí es necesario terminarla lo antes y lo más en V posible, si no queremos destruir el mundo que conocemos en nuestro esfuerzo para salvarlo.

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